Los dos huracanes
La amenaza de un huracán de gran intensidad ha desplazado la incertidumbre cotidiana del cubano. Lo peor no será el paso del fenómeno meteorológico, ya de por sí preocupante y aterrador, sino lo que vendrá después.
Más familias sin vivienda, más cosechas destruidas, más llamados a la austeridad y más pobreza, con su aumento impredecible de otras calamidades. Una nueva cabeza de turco para que el gobierno pueda seguir justificando su incapacidad y toda la miseria que ha generado su indolencia.
El huracán Irma, con una intensidad de categoría 5 en la escala Saffir-Simpson encontrará, a su paso por Cuba, una isla devastada, maloliente, esquelética y enajenada que ha soportado, durante 58 largos y demenciales años, el impacto del huracán Castro, un azote categoría 10 en la escala Stalin-Lenin.
Puede ser que la poderosa tormenta considere suficiente el dolor y la desgracia que ya pesan sobre el corazón y el desarrollo de la vida nacional. Puede que sea más intensa la piedad que la velocidad de sus vientos, y reconsidere su apocalíptica trayectoria.
Oremos. Cada quien a la fe que más se acomode a su creencia. Oremos y confiemos; pero sobre todo luchemos, para que el peligro mayor que oprime y anula nuestra existencia desaparezca para siempre bajo el peso demoledor de la rebeldía inclaudicable.
Por Ernesto Aquino Montes
Regresar al blog CubaCID
Regresar a página central CubaCid.org
1 comments:
Dios te oyó y nos ha dejado solo ese huracán permanente llamado Raúl, con sus secuelas de desolación y muerte.
8 de septiembre de 2017, 8:15Publicar un comentario