sábado, 24 de noviembre de 2012

Huber Matos: "España es cómplice de la dictadura cubana"


 Por Joana Morillas (Todoellas.com)


Mientras le quede un hilo de voz, Huber Matos dedicará la vida a que su Cuba del alma recupere la libertad. Paradojas del destino, él fue uno de los tres comandantes que encabezó la marcha que señalaba el triunfo de la Revolución cubana. Tan sólo nueve meses más tarde, Huber vio como Fidel viraba hacia el comunismo y quiso abandonar. Le pidió regresar a su trabajo de maestro y desvincularse de toda actividad política. Sin embargo, Castro no estaba dispuesto a permitir tal afrenta y lo envió a prisión por un periodo de veinte años. Historias de la Historia que él desgranó en sus memorias: Cómo llegó la noche. Del ayer, del hoy y del mañana nos habla Huber Matos en esta emotiva y reveladora entrevista.


-Huber, ¿por qué no nos cuenta cómo llegó la noche?


-Por la traición de Fidel Castro al compromiso democrático de la revolución cubana. Al inicio de su carrera política, Castro, en su alegato La Historia me absolverá, expuso un proyecto pluripartidista. También en el Manifiesto del 26 de Julio fueron plasmados nuestros ideales democráticos. Nunca hubo dudas durante la lucha guerrillera de que después de derrocar a Batista nuestro pueblo progresaría y desarrollaríamos nuestro proyecto social dentro de un marco democrático, como, por ejemplo, hizo la Costa Rica de José Figueres. Fidel Castro traicionó a la revolución, a quienes murieron, a los que luchamos por ella y al pueblo cubano.




-¿Recuerda, usted, el momento exacto en que dejó de creer en Fidel Castro y su revolución?

-Fui dejando de creer en él paulatinamente. Desde la Sierra Maestra me di cuenta de que le encantaba el teatro personal, que maltrataba a sus subordinados para doblegarlos y para que le temieran. Era también una muestra de falta de seguridad en él mismo. Esas cosas me preocupaban, pero estábamos en guerra contra una dictadura. Yo confiaba en el compromiso democrático de toda la dirigencia del Movimiento 26 de Julio. La reacción a mi carta de renuncia, en octubre de 1959, fue el momento en que todo quedó muy claro. Fidel se vio obligado a quitarse la careta ante el pueblo y ante el mundo, pero sobre todo ante los compañeros revolucionarios. Yo sabía que arriesgaba mi vida, pero la alternativa de huir al exilio no estaba en mis planes. O se rectificaba públicamente o quedaba en evidencia que la inclinación hacia el comunismo era en realidad un proyecto, una traición.


-Usted quiso volver a su oficio de maestro. Sin embargo, Fidel no lo dejó. ¿Sabe ya el por qué?


-Él no me dejó renunciar e irme a mi casa a trabajar de profesor porque temía que el tiempo me diera la razón. Entonces, poco a poco, el pueblo se hubiera dando cuenta de quién era el traidor. Sus errores y los hechos me habrían convertido en un líder que le cuestionaba la dirigencia del proceso revolucionario y Fidel no estaba dispuesto a correr ese riesgo. Al final, el tiempo me dio la razón, pero admito que hubiera preferido equivocarme y que Castro, en lugar de comunista y dictador, hubiera rectificado o continuado el camino prometido. Cuba se habría ahorrado la tragedia del totalitarismo. Además, él era un tipo soberbio en extremo. Se ofendió porque no había podido convencerme y porque no podía contar conmigo como un subordinado incondicional.


-Usted era una de las cabezas visibles de la revolución cubana. Sin embargo, por obra de Fidel, pasó de héroe a traidor en cuestión de minutos. ¿Qué le viene a la memoria al pensar en eso?

 

-Me siento reivindicado porque la historia, como le acabo de decir, tristemente me ha dado la razón. Todos los revolucionarios sinceros saben quién fue el traidor. El pueblo también. Los jóvenes pueden mirar hacia atrás y ver que hubo muchos que pagaron con la prisión o con la vida la lealtad al pueblo. Eso es importante para ellos y para el futuro de nuestra nación. Los hombres pasamos, y si algo de lo que hicimos sirve para inspirar a las nuevas generaciones a creer en la humanidad y en la patria, podemos estar más que satisfechos con nuestra vida.



-A Camilo Cienfuegos le tocó el difícil papel de ir a detenerlo. ¿Cómo recuerda ese momento?


-Me duele la suerte de Camilo porque él creía en Fidel, aunque tenía sus dudas. Fidel Castro primero lo manipuló y luego lo destruyó. Camilo estaba impresionado con su liderazgo y creía que Fidel lo apoyaba completamente. Fidel lo elogiaba en público, pero en realidad le tenía envidia. Él y Raúl se daban cuenta de que el pueblo lo quería. Era una simpatía natural hacia un joven bien parecido y simpático. Además, Camilo fue valiente en la guerra, mucho más que Fidel y Raúl, que siempre evitaban el peligro. Yo me daba cuenta de todo aquello, pero lo que hacía era defender a Camilo cuando Fidel lo criticaba. Trataba de limar las asperezas, pero Fidel siempre insistía en denigrar a Camilo, por una razón o por otra. Cuando Camilo llegó a Camagüey creía que había una conspiración y que él iba a frenarla. Esa era la historia que le había contado Fidel.

-Huber, usted entró en la cárcel y Camilo Cienfuegos desapareció. ¿Sabe ya qué ocurrió con él?


-Estoy seguro de que lo eliminaron. Cuando Camilo llegó a Camagüey, casi de inmediato, se dio cuenta de que no había tal conspiración. Yo se lo dije: "No te metas en esto porque después de mí vas tú". Todos los oficiales del Regimiento Agramonte discutieron con Camilo y le dijeron que allí no había ninguna conspiración, que yo había renunciado y lo que había que hacer era aceptarme la renuncia y dejarme ir. Que si yo era traidor, entonces ellos también, y había que llevárselos presos conmigo. Eran hombres que habían venido de la lucha guerrillera con credenciales. Camilo creyó que Fidel había metido la pata. En esos momentos Fidel ya había llegado a Camagüey y, como todo estaba en calma, llamó por teléfono a Camilo a mi oficina. Ya yo llevaba una media hora detenido. Allí estaba Ramiro Valdés, un perro de presa de los Castro. Yo estaba a corta distancia de Camilo y lo escuchaba diciéndole a Fidel que había que buscarle una vuelta a la situación, que los oficiales estaban renunciando, que se había metido la pata y que la tropa estaba endemoniada por las acusaciones. Fidel le debe de haber contestado con un insulto fuerte porque Camilo, antes de colgar, le dijo algo así como: "Tú dirás lo que tú quieras, pero esto es una metedura de pata". A mí me llamó el Presidente Dorticós y me dijo: "Huber, hay un escándalo internacional. Esto es un disparate". Estaba buscando a Fidel para hablarle, Camilo hablo con él y le indicó dónde estaba Fidel. Creo que Dorticós se había creído de verdad que él era Presidente.




-¿Alguna vez se ha sentido culpable del final de su amigo Camilo Cienfuegos?

-No, en modo alguno. Camilo fue asesinado por Fidel por envidia y por tratar de defenderme. Fidel no podía enfrentarse al mismo tiempo a dos Comandantes que solo pedían una ratificación de la naturaleza democrática de la revolución.


-¿Cómo logró resistir a veinte años de cárcel?


-Cuando yo era un niño, mi padre siempre me decía: "Huber, en la vida hay que ser fuerte por dentro". En la medida en que crecí, me di cuenta del mérito del consejo. Mis padres me formaron como una persona de convicciones firmes. Ser fuerte ante la adversidad y el favor de Dios hizo posible que pudiera resistir.


-¿Ha logrado ya olvidar sus días de presidio?


-Vivo sin rencores. No los olvido. Al contrario, vivo orgulloso de no haberme doblegado ante la tiranía. Era una forma de lucha contra ella. Además, vivo con la esperanza de que la Nueva República reparará la traición de los Castro. Tengo fe en mi pueblo.





-¿Qué sintió cuando alcanzó la tan ansiada libertad?


-El disfrutar de la libertad es uno de los bienes más grandes que puede tener la especie humana. Creí que estaba destruido y que moriría por los estragos de los veinte años y como consecuencia de la última paliza que me dieron cuatro días antes de la excarcelación. El regreso a la libertad fue una bendición por la alegría de ver a mi familia. Ellos estuvieron también presos de mi situación durante dos décadas, y mi esposa María Luisa fue siempre una compañera en mis peores momentos en la cárcel.






-¿Qué fue más duro para usted: que no lo dejaran llevar flores a la tumba de su madre o la paliza con que lo despidieron por encargo de Fidel?


-Me dolió la negativa de llevar flores a mi madre. Sentía las golpizas por mi condición humana, pero nunca me doblegaron. Era un daño físico, no psicológico. Además, siempre me daba cuenta de que las golpizas eran una confesión de cobardía de los Castro. Era una muestra de la miseria moral de los esbirros. 





-¿Sabe ya por qué Fidel Castro lo dejó seguir con vida?

-Porque el juicio se lo viré al revés. Cuando declaré ante el tribunal que si con mi muerte se salva mi patria y la verdadera revolución cubana: bendita sea mi muerte, los centenares de oficiales del Ejército Rebelde que estaban allí en el teatro de espectadores se pusieron de pie y aplaudieron. Ante eso era un peligro para Fidel fusilarme. Él es un tipo cobarde. Ya dos oficiales revolucionarios se habían suicidado por las acusaciones contra mí. Uno fue el Capitán José Manuel Hernández de Florida, Camagüey. El otro el sargento José García León, jefe del cuartel del Central Vertientes, un muchacho idealista martiano que había luchado con nosotros en las montañas y tenía el cuartel lleno de los pensamientos de José Martí. Él creía con pasión en el programa de la revolución. Estos dos hechos trágicos, y la reacción de los oficiales rebeldes en el juicio, le hicieron pensar a Fidel que era muy arriesgado fusilarme. Como en el Consejo de Guerra se demostró mi inocencia, Fidel temió que algún oficial le pasara la cuenta. Él funciona así. Tiene miedo de las sombras y siempre vivía obsesionado con el peligro de un atentado.





-Una vez ya libre, ha dedicado su vida a luchar por la libertad de Cuba. ¿Le ha valido la pena?

-Sin duda toda la vida he sido un soldado de mi patria, y cuando no esté, de alguna forma, espero seguir siéndolo. Creo que trabajando para difundir la verdad sobre Cuba, y contrarrestando la falta de fe y el temor que el régimen ha sembrado entre los cubanos, ayudamos a crear las condiciones para el fin de la dictadura.



 

-¿Cómo definiría a Fidel Castro?

-Fidel siente un desprecio inmenso por el pueblo de Cuba. Él, Hitler y otros dictadores que ha padecido la humanidad usaron a sus pueblos para aprovecharse de ellos, en un afán patológico de gloria personal. Fidel es un delincuente que hizo carrera política. Es un hombre demoniaco.




-¿Y a su hermano Raúl?


-Es un segundo que ayudó a su hermano en un proyecto terrible que ha destruido la nación cubana. Ninguno de los dos tiene el menor escrúpulo. Raúl, a diferencia del Fidel, sí creyó en el marxismo. Tuvo un compromiso con el comunismo. Fidel nunca creyó en nada que no fuera su persona, en nada ni en nadie.


-¿Tiene usted idea de por qué Fidel ha mantenido apartados de la vida pública a su mujer y a sus hijos?
-Porque él sabe que el final llegará. Es consciente del fracaso y del daño que ha hecho y siempre ha temido que su familia sea la que pague por él.


-Huber, háblenos del CID. ¿Qué misión tiene esta organización que usted fundó?


-Creo que el CID está llamado a cumplir un rol importante en la reconstrucción de la nación cubana. El CID ha reclutado a centenares de jóvenes en Cuba que son conscientes de que el castrismo es una página terrible de la historia de Cuba y que la reconstrucción democrática será de mayor importancia. Creo que el promedio de los activistas del CID en Cuba debe estar en los treinta años de edad. Hay delegaciones en toda la isla y crece constantemente. Aunque arresten y condenen a muchos de los que hoy militan, solo harán crecer aun más al partido. Estos militantes han tomado la bandera que yo enarbolé a lo largo de mi vida y se han comprometido a fundar La Nueva Republica y a participar con otras fuerzas políticas en esa tarea que tenemos por delante. Además, saben que cuando yo no esté, igualmente les acompañaré en la lucha por una Cuba mejor, donde la justicia y el progreso lleguen a todos los cubanos. Una Cuba sin marginados.




-Muchos aseguran que el sistema cubano espía y controla a todo extranjero prominente que pisa la isla. ¿Sabe qué hacen con esta información?


-En Cuba los servicios de espionaje tratan de conocer las debilidades de los extranjeros que visitan o viven en el país. Llegan a extremos muy sucios para luego chantajearlos. Todas las dictaduras siempre andan en busca de información de sus enemigos reales o potenciales. Las dictaduras totalitarias son pérfidas en ese esfuerzo, y la castrista ha llegado a extremos terribles.

 

-Usted mantiene que Fidel odia profundamente a Cuba. ¿En qué sustenta esta afirmación?

-En su obra. Nosotros éramos una república joven, muy dinámica y progresista. Teníamos a miles de maestros y profesores comprometidos con el ideal patriótico antes de que Fidel Casto apareciera. Fidel ha destruido la economía y la moral del pueblo. Ha dividido a la familia cubana. Se han pasado más de medio siglo predicando el odio entre los cubanos, lanzando a unos contra otros. Su obra no es una casualidad. Es consecuencia de su proyecto egocéntrico. Él siempre se ha creído un dios, y quien no le obedece o se le rinde es un enemigo que hay que destruir. La represión, las golpizas contra mujeres indefensas, los fusilamientos, los asesinatos, todo eso ha sido parte del plan. Lo importaron del marxismo leninismo y lo aplicaron con mucha maldad.


-¿Qué opinión le merece el papel que ha jugado España con relación a Cuba?


-Independiente de los sentimientos del pueblo español, porque creo que entienden la tragedia que vive el pueblo de Cuba, España, en cierto modo, ha sido un cómplice. No sería su intención, pero al convertirse en socios económicos de la dictadura se transformaron en sus cómplices. Sin los negocios entre España y la dictadura castrista, la lucha del pueblo de Cuba sería mucho menos difícil.


-Tengo entendido que nada más conocer que Mariano Rajoy había ganado las elecciones en España, usted le envió una carta. Me gustaría saber qué le pedía y si ha recibido ya respuesta


-No recibí respuesta. Tengo que suponer que Mariano Rajoy está identificado con nuestra lucha. Esperábamos una solidaridad mayor con los demócratas cubanos, pero parece que los negocios siguen teniendo prioridad sobre otros valores.

-¿Está unido el exilio de Miami?


-La masa del exilio cubano está unida en la esperanza y en los propósitos. En la medida en que pasa el tiempo hay más coincidencias que diferencias entre los grupos. El exilio es muy importante en el presente y el futuro de Cuba. Hay mucha gente joven comprometida con Cuba y su futuro democrático. El exilio cubano ha elegido al Congreso en Washington representantes republicanos y demócratas de calibre. Hay un senador del partido demócrata, Bob Menéndez, y uno republicano, Marco Rubio, que representan los intereses y la opinión de los cubanos. En la política de Washington hacia el gobierno cubano las opiniones y el poder político de los cubanos exiliados se tienen en cuenta y se respetan. Quienes critican el conflicto entre Washington y La Habana generalmente quieren ignorar que la posición de Washington es el producto del poder político de los cubanos del exilio. El conflicto es entre la dictadura y los demócratas cubanos, en este caso, los que viven en los Estados Unidos. En Europa se critica la posición de los Estados Unidos respecto a Cuba, pero es que la política de negocios y tolerancia de las naciones europeas con el castrismo no ha dado ningún resultado.


-¿Cómo se explica la fascinación que muchos sienten por las dictaduras comunistas?


-En la historia de la humanidad siempre ha habido gente equivocada. Gente que se enamora de las personas sin darse cuenta de su falta de principios, o gente impresionable a las utopías, sin darse cuenta de los crímenes que se cometen en el proceso de intentar alcanzarlas. Unos son ingenuos y otros tontos. También hay quienes se dejan llevar por los resentimientos. Pero siempre debemos tener en cuenta que la perversidad no es monopolio exclusivo de las tiranías.


-Así como llegó la noche, ¿cuándo llegará el amanecer en Cuba?


-No tengo duda de que nos estamos aproximando al desenlace. Sin Hugo Chávez, estoy seguro de que Cuba ya sería libre y los cubanos estaríamos en el proceso de construir una democracia. Por esta razón, los altibajos de la política en Venezuela son tan importantes para nosotros. También lo que suceda en la política estadounidense tendrá su efecto en los asuntos cubanos. Estoy seguro de que si la política de los Estados Unidos y la de la Unión Europea dejara de ser una política de espera a ver qué pasa y en su lugar se transforma en una política de solidaridad activa, las cosas en Cuba cambiarían más rápidamente y a un costo en sufrimiento mucho menor para el pueblo cubano. Pero, de todas formas, el pueblo cubano solo o con solidaridad se aproxima a tomar las riendas de su destino. Las arrebatará del castrismo en forma pacífica o en forma violenta. Desearíamos y estamos luchando para que el cambio sea pacífico, pero eso depende de las circunstancias. Estamos seguros de que los sirios habrían deseado un cambio en su país por la vía de la legalidad, en lugar de por la violencia que está destrozando a ese país. En la medida en que los pueblos tienen que enfrentarse solos a los dictadores, el precio en vidas humanas es, por lo general, más alto. En el caso de Cuba se aplica la misma fórmula. La solidaridad internacional puede ayudar al parto de una Cuba democrática con el menor costo posible.

 
 
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