¿El gobierno ignora el impacto mediático de Yoani Sánchez?
Por Miriam Celaya
LA HABANA, Cuba, marzo, www.cubanet.org -La salida de varios
disidentes cubanos al exterior y sus presentaciones en variados escenarios
–tanto de la política, la cultura y la sociedad civil como del mundo académico–
en Europa, Latinoamérica y Estados Unidos, probablemente está marcando un hito
en el futuro mediato de la Isla. En los últimos tiempos se han estado creando
consensos entre diversos grupos, tendencias y proyectos, acerca de la imperiosa
necesidad de vivir en una nación democrática y de que la libertad y la justicia
social se alcancen a través de vías de luchas pacíficas, lo que se refleja hoy
en los vínculos entre diferentes grupos y en el discurso inclusivo de los que
nos están representando fuera.
La gira de la conocida bloguera Yoani Sánchez, en
particular, resulta tanto más decisiva en este aspecto por cuanto actualmente
es la más conocida, interactiva y universal entre los ciudadanos independientes
que en Cuba luchan a favor de la defensa del ejercicio pleno de los derechos y
que intentan borrar los límites generacionales e ideológicos que han separado a
la disidencia, y también a los proyectos democráticos cubanos durante décadas.
En apenas un par de meses, un puñado de ciudadanos insumisos
salidos del paraíso socialista de los Castro, ha desmontado, con los argumentos
más sencillos e incuestionables, la propaganda oficial sobre la existencia en
Cuba de un complot de mercenarios asalariados de un gobierno extranjero, que
pretenden destruir las fabulosas “conquistas” del pueblo alcanzadas a lo largo
del último medio siglo. Mientras, los verdaderos asalariados, miembros de la
izquierda fundamentalista que desde el extranjero se subordinan a los mandamientos
del Palacio de la Revolución, no han hecho más que repetir el espectáculo
vocinglero de los “repudios” con sus consignas gastadas y vacías de siempre, un
servicio en verdad muy útil a favor de los ideales de los luchadores
pro-democracia.
No obstante, muchos analistas se preguntan cómo fue posible
que la dictadura permitiera la realización de dichos viajes, amparados los que
salen por la reciente reforma migratoria de enero de 2013. Podría mencionarse
un cúmulo de potenciales respuestas atendiendo a la realidad cubana
actual; no obstante, todas caerían en el
amplio marco de las especulaciones.
En principio, no parece realista que el gobierno ignorara el
impacto de una personalidad tan conocida como Yoani Sánchez en posesión de los
micrófonos ante múltiples organismos y sectores de opinión internacionales,
aunque quizás no calcularon su magnitud ni el relieve de una figura que,
involuntariamente, ellos ayudaron a crecer. La mayor torpeza del régimen en
este caso no fue permitir la salida de la joven periodista, sino haberlo
impedido desde que ella fuera acreedora del Premio Ortega y Gasset, y haberle
negado el permiso para viajar por veinte veces en solo cuatro años. Erraron
nuevamente al orquestar los mítines de repudio extraterritoriales que elevaron
aún más la notoriedad de la bloguera.
Quizás otro fallo oficial haya sido subestimar la capacidad
y talento de Sánchez, su carisma personal y su poder de convocatoria. Por mucho
tiempo, los “talibanes” oficiales ofrecieron a sus jefes el perfil de “una
muchachita intelectualmente endeble”. Al parecer, el General-Presidente pecó de
exceso de confianza en sus gerifaltes y ahora deberá afrontar las
consecuencias.
Sin embargo, sería una inocentada creer que todo triunfo
disidente es resultado de la torpeza del
gobierno. La supuesta apertura oficial se relaciona además con la confluencia
de múltiples factores, algunos de los cuales son de extrema importancia para el
destino del sistema y, en consecuencia, para lo que pueda acontecer en Cuba a
corto y mediano plazo. La coyuntura hoy, tanto a nivel global y regional como
al interior de la Isla, está forzando al régimen a cambiar más allá de su falta
de voluntad política para hacerlo, pero, fundamentalmente, a cambiar la
situación interna del país, sumido en una crisis general demostradamente
insoluble bajo las condiciones socioeconómicas actuales.
Los informes oficiales de la reciente reunión ampliada del
Consejo de Ministros constituyeron un cuadro realista del desastre económico
denominado “modelo cubano”: baja productividad y poco aprovechamiento de las
capacidades de producción, ineficaces procesos inversionistas, indisciplina
financiera, bajo nivel de utilización de materias primas recicladas,
insuficiente reciclaje de envases y embalajes, persistencia de los impagos,
deficiencias de la organización, planificación y cumplimiento de planes de
trabajo y de contratos, mala calidad de los productos, falta de exigencia, de
previsión, de coordinación entre organismos y entidades, etc. Toda reunión
oficial confirma que los problemas derivados de la centralización económica
superan las soluciones propuestas desde las directrices gubernamentales.
En medio de tan crítico panorama se ha producido la muerte
del petro-benefactor, Hugo Chávez, y mientras el escenario venezolano se
enrarece y se torna inestable, el futuro se ensombrece para la castrocracia
debido a la virtual insostenibilidad, a largo plazo, del nuevo líder del
populismo, improvisado a toda prisa desde las oficinas del poder político en La
Habana. Sin Chávez, ya nada será igual para los Castro.
Los inversores extranjeros, por su parte, no cuentan con una
seguridad jurídica y garantías financieras que les estimule a inyectar su
capital en la Isla, de manera que –les guste o no– los ancianos caciques, a
pesar de que mantienen un discurso beligerante con el vecino norteño, han
comenzado tras bambalinas a hacer sus señas a la Casa Blanca. Dar “libre
salida” a los disidentes pudiera formar parte de un plan maestro desesperado
para demostrar al presidente estadounidense cuán dispuestos están los jerarcas
de verde olivo a mejorar en materia de derechos humanos, condición
indispensable que ha puesto “El Imperio” antes de cualquier acercamiento entre
ambos gobiernos.
Lentamente, las limitadas transformaciones raulistas van
demostrando que no hay desarrollo posible sin una economía de mercado. La
distancia entre la cúpula gobernante y la realidad cotidiana del cubano de a
pie se amplía cada vez más y, así como la emigración se mantiene constante ante
la ausencia de perspectivas, la disidencia interna y otros sectores
moderadamente críticos al gobierno que no se autodefinen como opositores al
régimen, parecen haber alcanzado finalmente un consenso que implica a la vez
urgencia y concertación entre todos los actores sociales: Cuba tiene que
cambiar, sobre todo en materia de política, principio elemental que resultaba
impensable apenas unos años atrás.
Mucho ha tenido que ver en ese consenso el espíritu
conciliador e inclusivo de varios proyectos cívicos independientes desarrollados
a lo largo de estos años. Bienvenidos sean, entonces, los que se sumen a los
reclamos por la democracia para todos los cubanos, vengan de donde vengan. Como
afirman ya muchas voces cubanas desde todas las orillas, ya hemos alcanzado los
consensos fundamentales sobre qué Cuba queremos; ahora debemos encontrar cómo
hacerla y establecer los programas necesarios para conseguirlo.
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