Gobiernos de América Latina: ¿de espaldas al pueblo cubano?
Ante la cercana Cumbre de Las Américas varios paises han reclamado la presencia de Cuba en el evento. Ha sido el grupo compuesto por Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil, en fin: todos aquellos gobiernos que mantienen buenas relaciones con el régimen cubano.
Del otro lado se encuentran EE.UU., principalmente, y Canadá. Según la prensa oficialista cubana, “una vez más el imperio se ha quedado aislado del resto del continente en su política respecto a Cuba”.
La cumbre de la Organización de Estados Americanos no cuenta con la participación de Cuba desde hace décadas. En 1962 la mayor de las Antillas fue expulsada de la OEA, no siendo reincorporada sino hasta 2009, aunque no en calidad de participante.
Sería bueno recordar algunos de los objetivos de la OEA: consolidar la democracia, fortalecer la paz y la seguridad, promover los derechos humanos y apoyar el desarrollo económico, entre otros. Ninguno de ellos es cumplido por Cuba, quien condiciona –y lo reconoce sin ningún pudor– los derechos humanos en el país a la política norteamericana del embargo. El regimen castrista sembró la inestabilidad en América Latina con las guerrillas entrenadas en la Isla, desconoce la democracia y frena lo más que puede el despegue económico que sólo es posible con la iniciativa privada.
Algo que llama la atención sobre ese supuesto “aislamiento” que sufre EE.UU., es que ninguno de los países latinoamericanos que critican la política norteamericana hacia Cuba ha hecho tanto por los cubanos como el propio EE.UU. Ningún país del continente ha ofrecido una ayuda efectiva al pueblo cubano. Al contrario: muchos se prestan para reconocer a un gobierno que desde hace décadas perdió el reconocimiento de su propio pueblo: el cubano.
Ningún país latinoamericano tiene el mismo sistema político de Cuba: es decir, un solo partido, con gobernantes que no deben someterse a elecciones periódicas. En cambio, son varios los gobiernos que tienen intereses con Cuba a expensas de la explotación que sufren sus “hermanos cubanos”.
Ahí tenemos, por ejemplo, a Brasil: a la presidenta Dilma Rouseff no le interesa que los médicos cubanos que trabajan en su país sean tratados como esclavos y deban tributar la mayor parte de su salario al Estado. No le interesa, además, que esa sea la única vía honesta que tienen muchos galenos cubanos para tener un poco más de poder adquisitivo.
También está México, por otra parte, con un presidente que se atrevió a decir en la pasada cumbre de la CELAC que le encantaba ver cómo se aceptaba la diversidad en aquel encuentro. No le interesaba a Peña Nieto que en ese mismo momento a líderes opositores y a miembros de la sociedad civil los tuvieran encerrados. ¿No lo sabía el señor presidente? La argentina Cristina Fernández tampoco se midió. Venezuela y Ecuador… ¿para qué mencionarlos?
Hoy por hoy Latinoamérica enfrenta un retroceso democrático que ha traído consecuencias desastrosas. El caos político y económico en Venezuela, la crisis que viene galopando en Argentina, la ingobernabilidad mexicana, con sus guerras internas entre cárteles de la droga. Muchos líderes populistas latinoamericanos no tienen tiempo para pensar en democracia, y su hipocresía los lleva a culpar al enemigo externo. Siempre, y no por casualidad, es EE.UU. el acusado.
Sería bueno que Cuba volviese a los foros regionales como la OEA, pero cabiendo allí como un país con un Estado de Derecho, como democracia. Prestarse para reconocer una dictadura es ser cómplice de ella, como son cómplices varios gobiernos latinoamericanos, parcial o totalmente plegados a la actitud que mantiene La Habana. Quién sabe si, en el fondo, estos caudillos latinoamericanos desean otra dictadura cubana para sus propios países.
Por Víctor Ariel González
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