La cumbre de la hipocresía en La Habana
Editorial de La Nueva República
Esta semana se celebra en Cuba un encuentro entre dirigentes políticos que representan la libertad y la democracia en Latinoamérica y la dictadura castrista, la más terrible, criminal y corrupta tiranía que ha existido en el continente.
Estos políticos han querido creer que por discutirse el tema de la pobreza, su contubernio con el régimen que nos oprime está justificado y será ignorado. Las agencias internacionales de noticias tendrán la excusa de difundir las resoluciones sobre la pobreza y la desigualdad, sin la necesidad de informar que se discutieron estos temas en Cuba, un país en que como parte de la política represiva de su gobierno, se obliga al pueblo a vivir en la miseria.
Miseria de la que se ha culpado una y otra vez al embargo de los Estados Unidos, a pesar de que la tiranía compra en los Estados Unidos una buena parte de la comida que consumen los cubanos y recibe de esa nación miles de millones de dólares en remesas, viajes y mercaderías. Los mandatarios no dirán nada sobre el verdadero, prolongado y desastroso bloqueo económico del castrismo contra el pueblo cubano. Ni tendrán en cuenta que por medio siglo ese gobierno ha negociado y ha recibido crédito y donaciones de prácticamente todas las democracias industrializadas del mundo y sigue siendo un rotundo fracaso.
Tampoco denunciarán las permanentes violaciones de los derechos humanos en Cuba porque ellos no están aquí para decir verdades sino para respaldar la demagogia castrochavista que dio origen a la CELAC y que todavía la mantiene. Por eso todos los presentes firmarán un comunicado final alabando a Hugo Chávez, el títere castrista y tiranuelo venezolano que despilfarró una de las más asombrosas riquezas petroleras del mundo. El caudillo insolente y prepotente que compró favores políticos en Latinoamérica, respaldó a otros autócratas enemigos de la democracia y salvó del desplome a la dictadura en Cuba con una subvención que sus herederos siguen manteniendo.
Han venido a nuestro país a darle un espaldarazo a los secuaces de Chávez, a los que participan en el robo del patrimonio de los venezolanos y ahogan lo que queda de libertad y de democracia en Venezuela. Los políticos latinoamericanos que han llegado a Cuba no desconocen estas cosas, simplemente las callan. Cada uno viene con su máscara a decir lo que le conviene, guiado por su pragmatismo, que no es otra cosa que cobardía y ausencia de principios. Ninguno de ellos respaldó con firmeza a Panamá cuando su gobierno denunció que el régimen cubano había violado su soberanía y le había mentido antes y después de haberse descubierto el tráfico ilegal de armas hacia Corea del Norte, otra muestra de quienes son estos personajes.
Esta cumbre de la hipocresía en La Habana no es ninguna victoria política o diplomática para Raúl Castro. Eso es lo que la dictadura quisiera que nosotros creyéramos. Esta es nuestra victoria porque este penoso acontecimiento nos sirve para desenmascarar una vez más a la tiranía y a sus cómplices. Es nuestra victoria porque la mayoría de los latinoamericanos son solidarios con nuestras ansias de libertad y democracia y no tienen simpatías por la desvergüenza escenificada por sus políticos en Cuba.
Aunque la prensa internacional silencie estas realidades no se podrá esconder que nosotros los cubanos queremos un cambio auténtico hacia una democracia donde se respeten los derechos humanos, se castigue la corrupción y no existan castas privilegiadas ni grupos marginados. José Martí afirmó que: “Visitar la casa del opresor es sancionar la opresión” y un día los viajeros que lleguen a Cuba podrá leer en un monumento al cinismo el nombre de cada uno de estos mandatarios latinoamericanos que en nuestra hora de lucha por la libertad apoyó con su presencia los abusos y los crímenes del castrismo.
Estos políticos han querido creer que por discutirse el tema de la pobreza, su contubernio con el régimen que nos oprime está justificado y será ignorado. Las agencias internacionales de noticias tendrán la excusa de difundir las resoluciones sobre la pobreza y la desigualdad, sin la necesidad de informar que se discutieron estos temas en Cuba, un país en que como parte de la política represiva de su gobierno, se obliga al pueblo a vivir en la miseria.
Miseria de la que se ha culpado una y otra vez al embargo de los Estados Unidos, a pesar de que la tiranía compra en los Estados Unidos una buena parte de la comida que consumen los cubanos y recibe de esa nación miles de millones de dólares en remesas, viajes y mercaderías. Los mandatarios no dirán nada sobre el verdadero, prolongado y desastroso bloqueo económico del castrismo contra el pueblo cubano. Ni tendrán en cuenta que por medio siglo ese gobierno ha negociado y ha recibido crédito y donaciones de prácticamente todas las democracias industrializadas del mundo y sigue siendo un rotundo fracaso.
Tampoco denunciarán las permanentes violaciones de los derechos humanos en Cuba porque ellos no están aquí para decir verdades sino para respaldar la demagogia castrochavista que dio origen a la CELAC y que todavía la mantiene. Por eso todos los presentes firmarán un comunicado final alabando a Hugo Chávez, el títere castrista y tiranuelo venezolano que despilfarró una de las más asombrosas riquezas petroleras del mundo. El caudillo insolente y prepotente que compró favores políticos en Latinoamérica, respaldó a otros autócratas enemigos de la democracia y salvó del desplome a la dictadura en Cuba con una subvención que sus herederos siguen manteniendo.
Han venido a nuestro país a darle un espaldarazo a los secuaces de Chávez, a los que participan en el robo del patrimonio de los venezolanos y ahogan lo que queda de libertad y de democracia en Venezuela. Los políticos latinoamericanos que han llegado a Cuba no desconocen estas cosas, simplemente las callan. Cada uno viene con su máscara a decir lo que le conviene, guiado por su pragmatismo, que no es otra cosa que cobardía y ausencia de principios. Ninguno de ellos respaldó con firmeza a Panamá cuando su gobierno denunció que el régimen cubano había violado su soberanía y le había mentido antes y después de haberse descubierto el tráfico ilegal de armas hacia Corea del Norte, otra muestra de quienes son estos personajes.
Esta cumbre de la hipocresía en La Habana no es ninguna victoria política o diplomática para Raúl Castro. Eso es lo que la dictadura quisiera que nosotros creyéramos. Esta es nuestra victoria porque este penoso acontecimiento nos sirve para desenmascarar una vez más a la tiranía y a sus cómplices. Es nuestra victoria porque la mayoría de los latinoamericanos son solidarios con nuestras ansias de libertad y democracia y no tienen simpatías por la desvergüenza escenificada por sus políticos en Cuba.
Aunque la prensa internacional silencie estas realidades no se podrá esconder que nosotros los cubanos queremos un cambio auténtico hacia una democracia donde se respeten los derechos humanos, se castigue la corrupción y no existan castas privilegiadas ni grupos marginados. José Martí afirmó que: “Visitar la casa del opresor es sancionar la opresión” y un día los viajeros que lleguen a Cuba podrá leer en un monumento al cinismo el nombre de cada uno de estos mandatarios latinoamericanos que en nuestra hora de lucha por la libertad apoyó con su presencia los abusos y los crímenes del castrismo.
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