¿Aperturas? Sólo por decreto
Durante décadas ha funcionado en Cuba un sistema que controla la venta de vehículos de motor. Más que controlar, la palabra correcta sería prohibir: hasta hace muy poco tiempo la venta de autos y motos era ilegal, excepto para los vehículos de producciones anteriores a cierta fecha, los cuales contaban con un certificado conocido como “traspaso” que les permitía ser vendidos. En cualquier caso se trataba de bienes cuya vida útil había sido incluso superada, encontrándose en mal estado técnico para la circulación segura aunque su precio era elevado.
O sea, un cubano que tuviese dinero no podía adquirir un medio de transporte motor de forma legal. Abundaron las operaciones de venta en las cuales el dueño del vehículo no poseía los papeles que lo legitimaban como tal. Solamente las personas “autorizadas” por una carta que emitía alguna alta entidad gubernamental podían tener el privilegio de un automóvil propio que, una vez más, tampoco era nuevo en la mayoría de los casos.
Pero con las reformas promovidas por el gobierno de Raúl Castro estas realidades vienen cambiando. Lo pragmático del general-presidente hace que se estén eliminando las trabas irracionales que impedían muchas libertades económicas. Esto es un hecho innegable: si bien no hay una apertura democrática ni un reconocimiento a la oposición política, se están tomando medidas aperturistas enfocadas en sacar a Cuba de su inactividad en cuanto al movimiento de capitales. Una muestra de ello lo fue también la autorización para la compra-venta de casas entre particulares.
Ninguna de estas reformas ha tenido un efecto inmediato sobre la ideología. El modelo castrista ya estaba agotado antes de que se entraran en vigor todas las aperturas que decreta el gobierno y las actividades que se están autorizando ya venían dándose de forma clandestina. Los cambios que está efectuando el régimen son, ante todo, la última medida que este está tomando para conservarse en el poder. La intención primaria no es el bienestar y el progreso de la nación: ese sólo sería un efecto colateral inmediato de las nuevas disposiciones.
Visto así, los cubanos deberían entonces esperar a que el gobierno acabe con todas las demás trabas que dificultan la vida en Cuba. Esto sucederá en la medida que los dirigentes del partido único estimen conveniente, porque la “actualización del modelo” no es más que la respuesta oficial a la transición inevitable que ya parece estarse dando en el país. El castrismo no está haciendo más que garantizar su supervivencia, con una capacidad de mimetismo camaleónica. La cuestión es, ¿cuánto más habrá que esperar para que llegue el resto de los cambios imprescindibles para el pueblo? O más aún: ¿llegarán los cambios bajo el sistema actual?
O sea, un cubano que tuviese dinero no podía adquirir un medio de transporte motor de forma legal. Abundaron las operaciones de venta en las cuales el dueño del vehículo no poseía los papeles que lo legitimaban como tal. Solamente las personas “autorizadas” por una carta que emitía alguna alta entidad gubernamental podían tener el privilegio de un automóvil propio que, una vez más, tampoco era nuevo en la mayoría de los casos.
Pero con las reformas promovidas por el gobierno de Raúl Castro estas realidades vienen cambiando. Lo pragmático del general-presidente hace que se estén eliminando las trabas irracionales que impedían muchas libertades económicas. Esto es un hecho innegable: si bien no hay una apertura democrática ni un reconocimiento a la oposición política, se están tomando medidas aperturistas enfocadas en sacar a Cuba de su inactividad en cuanto al movimiento de capitales. Una muestra de ello lo fue también la autorización para la compra-venta de casas entre particulares.
Ninguna de estas reformas ha tenido un efecto inmediato sobre la ideología. El modelo castrista ya estaba agotado antes de que se entraran en vigor todas las aperturas que decreta el gobierno y las actividades que se están autorizando ya venían dándose de forma clandestina. Los cambios que está efectuando el régimen son, ante todo, la última medida que este está tomando para conservarse en el poder. La intención primaria no es el bienestar y el progreso de la nación: ese sólo sería un efecto colateral inmediato de las nuevas disposiciones.
Visto así, los cubanos deberían entonces esperar a que el gobierno acabe con todas las demás trabas que dificultan la vida en Cuba. Esto sucederá en la medida que los dirigentes del partido único estimen conveniente, porque la “actualización del modelo” no es más que la respuesta oficial a la transición inevitable que ya parece estarse dando en el país. El castrismo no está haciendo más que garantizar su supervivencia, con una capacidad de mimetismo camaleónica. La cuestión es, ¿cuánto más habrá que esperar para que llegue el resto de los cambios imprescindibles para el pueblo? O más aún: ¿llegarán los cambios bajo el sistema actual?
Por Víctor Ariel González
Fuente: Bloqueo informativo al pueblo cubano, suplemento de La Nueva República
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