Ni de Venezuela ni de Washington (El gobierno cubano depende de Venezuela - segunda parte)
Editorial
Aunque las
relaciones Cuba-EEUU fueran las mejores del mundo, los cubanos no podemos
esperar que Washington resuelva todos nuestros problemas. Podrán cooperar y
enseñarnos mucho, y en casos de emergencias, como ciclones o desastres
naturales, sin duda ayudarán. Pero es un país de leyes, derechos, propiedad
privada y presupuestos, y sus gobernantes no pueden utilizar los recursos de la
nación a su antojo.
Cuba lo que
necesita es experiencia de gobiernos responsables, leyes serias, inversiones,
tecnología, capacitación de trabajadores, investigación y desarrollo,
emprendedores, libertades sindicales, no a Chávez o Maduro regalándole
Venezuela a los Castro. La dictadura desea inversiones por 2,500 millones de
dólares al año para crecer 5-7% anual y desarrollar el país. No obtiene dinero,
porque los inversionistas extranjeros no confían en el gobierno cubano ni en
sus leyes. Y hay que renovar las industrias con tecnología moderna, construir
nuevas fábricas, refinerías e instalaciones productivas y turísticas, recuperar
la producción agropecuaria, industrial y pesquera, ampliar la generación de
electricidad, modernizar el transporte, reparar puertos, aeropuertos,
autopistas, carreteras y ferrocarriles, capacitar trabajadores para las nuevas
tecnologías, crear modernos sistemas de telecomunicaciones.
Y producir
materiales de construcción para edificar viviendas para la población y reparar
las existentes. Construir y reparar policlínicos, hospitales, escuelas,
universidades, calles, acueductos, alcantarillados, recogida de basura, caminos
vecinales, conjuntos deportivos, parques y centros de esparcimiento y
recreación, y muchas cosas más.
Nada de eso lo
puede resolver Raúl Castro. Ni Venezuela, que está en crisis. Ni saldrá de una
varita mágica que pudiera tener Obama o algún presidente de EEUU. Ni la Unión
Europea. Ni tampoco el exilio por sí solo. No hacen falta milagros.
Necesitamos inversiones extranjeras y de
cubanos para reconstruir la nación. Y todo comienza con un gobierno
democrático, que respete las leyes y derechos humanos, donde los ciudadanos
cumplan sus obligaciones y disfruten sus derechos y oportunidades, y nadie
pueda actuar como le de la gana por encima de la ley. En definitiva, libertad y
democracia.
Cuando se logre
eso el mundo confiará en Cuba y los cubanos, aparecerán inversiones necesarias,
créditos internacionales, asesoría realmente especializada, capacitación de los
trabajadores para el mundo moderno, oportunidades de negocios para toda la
población. Y comenzarán realmente a solucionarse problemas que durante más de
medio siglo no hubo interés en solucionar.
Entonces hará
falta toda la laboriosidad de los cubanos, el esfuerzo para superarnos y
prosperar, y nuestra capacidad para hacer negocios. Virtudes que siempre han
existido en la población, pero que la dictadura pretendió aplastar y eliminar. Con
nuestra tenacidad y confianza en nosotros mismos demostraremos que también en
eso los hermanos Castro fracasaron.
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