LA CUMBRE EN CARTAGENA
Editorial de La Nueva República
Este domingo concluyó otra reunión de presidentes del continente. El general y dictador Raúl Castro no fue invitado porque Estados Unidos y Canadá vetaron su presencia alegando que en Cuba no hay democracia. Los gobiernos del ALBA (Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Bolivia, San Vicente y Granadinas, Dominica y Antigua y Barbuda) amenazaron con no asistir a otra cumbre sin “Cuba”. La mayoría de los demás gobernantes del continente se pronunciaron a favor de que “Cuba” participe en la próxima reunión. Es una contradicción.
El compatriota Carlos A. Montaner señala que: “Hoy la amoralidad corre por cuenta de los latinoamericanos. Quienes antes, justamente, criticaban a Estados Unidos por abrazarse con los dictadores durante la época de la Guerra Fría, y por negar fuera del país los principios y valores que sostenían dentro de él, hoy están haciendo exactamente eso mismo”.
Esta amoralidad tiene sus raíces. Muchos políticos latinoamericanos temen identificarse con los Estados Unidos incluso en objetivos como la defensa de la democracia y la lucha contra las tiranías. No quieren que se les pueda acusar de ser incondicionales de Washington. Además, tienen miedo a que la mafia castrista pueda vengarse con cualquier fechoría, la más leve sería la de usar a los grupos radicales nacionales para crear disturbios. El presidente Juan Manuel Santos ya comenzó su campaña de reelección para un segundo término y parece haber decidido que denunciar a la dictadura en Cuba no le conviene.
Los cubanos debemos condenar la amoralidad latinoamericana pero no podemos ver un fracaso donde no lo hubo. Hugo Chávez no fue a Cartagena excusándose en su enfermedad. Daniel Ortega tampoco, alegó que participaría en un acto de solidaridad con Cuba. El ecuatoriano Rafael Correa, quien había condicionado su participación a que se invitara a Raúl Castro, también se ausentó. Ninguno de los tres hizo mucha falta en el evento.
Lo importante para nosotros es que la participación de Raúl Castro fue vetada por los Estados Unidos y Canadá, las dos democracias más prestigiosas del continente. Obama es el líder más popular entre los latinoamericanos y su censura a la dictadura en Cuba seguramente no cayó en oídos sordos. Si a esto sumamos las recientes críticas del Papa Benedicto XXVI al castrismo, que fueron conocidas por quinientos millones de católicos del continente, hay razones para concluir que en Cartagena ganamos nosotros y perdió la dictadura. Y eso es lo que cuenta.
El compatriota Carlos A. Montaner señala que: “Hoy la amoralidad corre por cuenta de los latinoamericanos. Quienes antes, justamente, criticaban a Estados Unidos por abrazarse con los dictadores durante la época de la Guerra Fría, y por negar fuera del país los principios y valores que sostenían dentro de él, hoy están haciendo exactamente eso mismo”.
Esta amoralidad tiene sus raíces. Muchos políticos latinoamericanos temen identificarse con los Estados Unidos incluso en objetivos como la defensa de la democracia y la lucha contra las tiranías. No quieren que se les pueda acusar de ser incondicionales de Washington. Además, tienen miedo a que la mafia castrista pueda vengarse con cualquier fechoría, la más leve sería la de usar a los grupos radicales nacionales para crear disturbios. El presidente Juan Manuel Santos ya comenzó su campaña de reelección para un segundo término y parece haber decidido que denunciar a la dictadura en Cuba no le conviene.
Los cubanos debemos condenar la amoralidad latinoamericana pero no podemos ver un fracaso donde no lo hubo. Hugo Chávez no fue a Cartagena excusándose en su enfermedad. Daniel Ortega tampoco, alegó que participaría en un acto de solidaridad con Cuba. El ecuatoriano Rafael Correa, quien había condicionado su participación a que se invitara a Raúl Castro, también se ausentó. Ninguno de los tres hizo mucha falta en el evento.
Lo importante para nosotros es que la participación de Raúl Castro fue vetada por los Estados Unidos y Canadá, las dos democracias más prestigiosas del continente. Obama es el líder más popular entre los latinoamericanos y su censura a la dictadura en Cuba seguramente no cayó en oídos sordos. Si a esto sumamos las recientes críticas del Papa Benedicto XXVI al castrismo, que fueron conocidas por quinientos millones de católicos del continente, hay razones para concluir que en Cartagena ganamos nosotros y perdió la dictadura. Y eso es lo que cuenta.
*La Nueva República es el semanario del CID en Cuba
1 comments:
Mis parabienes para Carlos Alberto,certero y firme como pocos escritores politicos de la epoca.Carentes de hombres sin tacha que nos agobian los mismos con ser hoy de un lado y mañana resulta despertar en otro.Montaner siempre en el mismo lugar,a pesar de los pesares.Saludos.
18 de abril de 2012, 9:53Publicar un comentario