El sueño cubano
El privilegio de que un cubano pueda tener la residencia legal en los Estados Unidos después del año de haber llegado sin visa ha sido eliminado. La juventud cubana en la Isla ya no tiene la posibilidad de alcanzar lo que llaman en los Estados Unidos el “sueño americano”. Ese privilegio ha sido revocado en un acuerdo entre el presidente Barack Obama y el dictador Raúl Castro. Era algo único en el mundo, una ventaja que solo tenían los cubanos. Cientos de miles de compatriotas la aprovecharon. Ahora se ha cerrado la puerta a millones de jóvenes y de no tan jóvenes, que aspiraban a vivir en un país libre y próspero que se hizo con el trabajo, el sacrificio, y el heroísmo de generaciones de estadounidenses.
Hay que reconocerlo, los Estados Unidos son hoy lo que son porque se forjaron con sudor y con lágrimas, nadie les regaló su prosperidad, ni sus derechos, ni sus libertades. Se acabó el sueño americano, que a fin de cuentas era el sueño de los estadounidenses que quisieron compartir con aquellos cubanos valientes que huían de Cuba para evitar la prisión o el fusilamiento como resultado de su heroísmo en la lucha contra la dictadura castrista.
¿Y ahora qué?
Los millones de cubanos que ya no podrán vivir en los Estados Unidos tienen tres alternativas: Una, se adaptan a la esclavitud castrista, agachan la cabeza y aguantan el látigo hasta el fin de sus vidas. Dos, tratan de formar parte de la clase dominante o aliarse con ella, volviéndose corruptos y represores, para llegar algún día al nivel de vida de un obrero en los Estados Unidos o en otras democracias del planeta y esperar, tarde o temprano, la rendición de cuentas que les exigirá el pueblo. Tres, hacen lo que hicieron los estadounidenses cuando no eran libres y se deciden a cambiar las cosas en Cuba, luchando para hacer de nuestro país una nación democrática, justa y próspera: una Cuba Independiente y Democrática.
No hay alternativa, no sigan mirando al suelo, mediten y levanten la frente. Por su dignidad personal, por su futuro o por el de sus hijos, alienten y ayuden a los cubanos que luchan en la Isla por el sueño cubano, una patria “con todos y para el bien de todos”. No hay que gritar en la calle ni jugarse la vida porque la más importante batalla que tenemos que ganar es la de la fe, tener esperanza en nuestro futuro como nación y como pueblo. Esa es la que la dictadura quiere que no ganemos porque sabe que un pueblo con fe en sí mismo mueve montañas, derriba dictadores y se forja su futuro.
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