El ex agente de espionaje ruso Alexander Litvinenko, que había acusado al presidente de Rusia, Vladimir Putin, de crímenes y corrupción, fue envenenado con Polonio 210 a través de un té contaminado que tomó en un céntrico hotel de Londres, Inglaterra. Estuvo a punto de convertirse en un crimen casi perfecto, porque este material radioactivo no puede ser detectado por los equipos normales que miden la contaminación radioactiva.
Pero, casi diez años después, la investigación pública por la muerte de Litvinenko en Londres finalmente concluyó con la identificación de varios culpables. "Estoy seguro de que los señores Lugovoi y Kovtun colocaron el polonio 210 en la tetera", dijo el juez a cargo de la investigación, refiriéndose a los dos antiguos colegas de Litvinenko en FSB, la moderna KBG. Pero Sir Robert Owen fue incluso más allá. "Hay indicios que permiten concluir que este fue asesinado por estos agentes de los servicios de inteligencia rusos en una operación "probablemente aprobada [...] por el presidente Putin", dijo.
Alexander Litvinenko pidió asilo en Inglaterra en el 2000 después de haber huido de Rusia a Turquίa. A finales de octubre del 2006, Litvinenko recibió llamadas telefónicas de su excompañeros los agentes Lugovoi y Kovtun. Acordaron reunirse a tomar el té en un lugar céntrico de Londres, el primero de noviembre del 2006, en horas de la tarde.
Litvinenko solo tomó té verde y todo concluyó de manera amable y amistosa. Esa misma tarde, el ex agente de la KGB comenzó a sentirse indispuesto, con síntomas que se acentuaron por la noche, incluidas altas fiebres.
El hematólogo Amit Nathwani quien fue uno de los principales miembros del equipo médico de Litvinenko explicó que: "Sus órganos vitales comenzaron a ser destruidos en un patrón secuencial. Primero su hígado, luego rápidamente sus riñones y su corazón. Estábamos en una carrera, tratando de descubrir la causa antes de que otros órganos fueran atacados".
Tras 18 días en el hospital, su condición seguía siendo un misterio. Como último recurso, decidieron enviar una muestra de orina y una de sangre al ultra secreto centro de desarrollo nuclear de Aldermaston, al oeste de Londres.
Primero utilizaron una técnica llamada espectroscopia gamma, que consiste en pasar energía para buscar elementos radiactivos que emiten rayos gamma. Cada elemento tiene una señal única a un nivel de energía particular.
Los resultados parecían negativos, excepto por un pequeño aumento por encima de los niveles de base. Por pura casualidad otro científico, que había trabajado en las primeras décadas del programa de bombas atómicas británico escuchó al pasar la discusión de sus colegas. Lo reconoció de inmediato: la pequeña señal de rayos gamma correspondía a polonio-210, un componente vital de las primeras bombas nucleares.
De pronto, todo hizo sentido. Por eso la radiación había pasado desapercibida en el contador Geiger del hospital: el polonio-210 emite una fuerte radiación de rayos alfa, pero muy poca, prácticamente nula, de rayos gama. El científico Ian Shipsey explicó que el polonio-210 produce muchísima energía, pero en lugares limitados, ya que puede ser bloqueada fácilmente por elementos como papel o piel. Así que es difícil de detectar. "El polonio es 100% mortal. De ser ingerido, destruye las células del cuerpo".
La mañana siguiente y tras examinar una muestra mayor de orina con instrumentos de primera generación, en Aldermaston tenían los resultados finales: polonio-210 confirmado. La noche de ese día, miércoles 22 de noviembre, los doctores de UCLH fueron notificados de que el veneno probablemente era polonio-210. No había mucho que hacer. Al tomarse el té contaminado en el hotel Millennium, Litvinenko comenzó a ser asesinado poco a poco, por dentro. No había vuelta atrás, ese té fue su sentencia de muerte. Ese mismo 23 de noviembre murió Alexander Litvinenko.
Antes de morir hizo una grabación acusando a Putin de ser el autor intelectual de su asesinato. Entonces comenzó una larga y minuciosa investigación sobre su asesinato que La Nueva República publicará en su próxima edición.
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